jueves, 24 de marzo de 2016

“EUROPA DEL ALMA MÍA”

                                     
                 


                 Bruselas la capital de Europa ha sido atacada, pasan de la treintena los fallecidos, y sus heridos con diferentes grados de afección, suman ya las doscientas víctimas y algo más. La élite del sistema europeo se siente atormentada, violada, y más que nunca, sumándole los anteriores atentando en los diferentes estados, a día de hoy es una Europa sin rumbo. Por la redes circula el eslogan Bruselas somos todos, y por los medios de comunicación de España y de la comunidad en general, una total repulsa y hermanamiento con Bélgica, el país hermano. El gobierno de España, el Congreso de los Diputados, los consistorios provinciales, locales, en fin, la ciudadanía en su totalidad, han expresado su inconformidad con lo sucedido. Las banderas hondearan a media asta en los edificios gubernamentales y públicos en los sucesivos días; y un año después, unos meses después, las consignas abran desaparecido de las redes, de los periódicos, y de las televisiones. Los familiares continuaran cargando con sus muertos para toda una eternidad; pero es igual, la foto queda para la posteridad. En la mañana de ayer escuché por la radio Imagine de John Lennon interpretada en hebreo y en árabe, ¡hermosa!, pero estas fraternidades no pasan de aquí, y me gustaría que fuese siempre, porque si Bruselas, Francia, o España somos todos, lo deberíamos ser a consciencia, cada día del año, cada hora.

                 Una vida perdida inútilmente es una aberración y todos debemos estar en contra de ello, ¡pero cualquier vida!, la de un europeo de primera como la de un condenado refugiado (que palabra tan contradictoria, refugiado sin refugio) que no encuentra acomodo en la comunidad que hoy llora por los atentados de Bruselas. Pero es cosa normal las muertes en el medio-oriente, en los mares del egeo, y hasta en el estrecho de la Florida, ¡sí!, hablo de los balseros que intentan llegar a las costas americanas desde Cuba y sus cuerpos terminan flotando en el mar en espera que el agotamiento o un escualo los arrastre a las mismísimas profundidades; pero puede que esta historia esté pasada de moda. Es incoherente la humanidad, lo somos todos. Yo soy solidario mientras no perturben mi tranquilidad, con pequeñas donaciones no llego a perturbar mi consciencia.

                 Está de más la referencia de que estos hechos son intolerable, brutales, criminales, y fuera de cualquier lógica, siendo los mismos una demostración cruel e inhumana de la esquizofrenia y del imperante conflicto mundial. Y al mismo tiempo los referidos sucesos nos dan una visión sólida de que algo hay que hacer con urgencia, y de que los señores de los parlamentos y de las democracias reaccionen de una vez, que pongan a sus asesores a trabajar porque esto no augura un final feliz si se continúa con las mismas políticas trazadas. Intervenir un país no pasa por ser la solución, el ataque directo mucho menos, el corte de la financiación a través del petróleo y demás a la larga acarrea nuevas vías y como un interminable ciclo volveremos al punto de partida, y la eterna militarización de Europa para protegernos del próximo ataque lo único que demuestra es nuestra impotencia y falta de recursos estratégicos y mentales. ¡De esta manera no llegaremos al meollo del problema!

                 No soy un especialista en esta materia pero no me siendo cómodo sumándome al clamor general que solamente se indigna cuando el hecho se ha consumado, observo los acontecimientos algo más distante de lo que puedan alcanzar mis ojos, y les confieso que este asunto además de ser terrorífico es extremadamente complicado, pero la solución no pasa por invertir en seguridad o mantener en alerta a la ciudadanía, hay que ahondar en el problema, y el mismo evoluciona de manera desigual en cada país afectado. Soy de la opinión que para entender esta violencia desmedida hay que sobrepasar los conceptos acuñados y cognitivamente adentrarnos en dichos pensamientos, ir por delante del propio terror, y para ello no hay nada mejor que asumir que la emigración en un hecho global y que el mundo no deja de girar por mucho que no lo queramos advertir. ¿Cuál es la razón o el motivo para que un joven, que hasta entonces era un inadaptado y un vándalo, decida “radicalizarse” hasta estos extremos? ¿Un ideal? ¿Mahoma? ¿Un lavado de cerebro? Estos motivos son las vías para canalizar unas expectativas personales posiblemente nulas, y es cuando las convicciones religiosas se ponen en funcionamiento y se produce la explosiva mezcla.  

                 La Yihad es un término manido y erróneamente manipulado, al igual que la expresión Daesh o Isis (estado islámico Irak y el levante). Daesh de "Daes", que expresa "el que aplasta algo bajo sus pies" o el consiguiente Dahes, "el que mete cizaña", o en su forma plural, "Daw'aish" que define a una agrupación de intolerantes que imponen su punto de vista sobre los demás, son interpretaciones de una partícula que se expande como las esporas. Dahes también hace referencia a un periodo de caos y guerra entre las tribus árabes que tuvo lugar en el siglo VII, y por consiguiente no han sido resueltos y dudo que por ahora lleguen a un acuerdo. Esta expresión “acuñada” de Daesh se utiliza despectivamente para referirse a cualquier fenómeno terrorista, y no es que muchas de sus facciones no lo sean, pero se está actuando “terroríficamente” en pensamiento, y por ende, nos llevan la delantera. Ésta ha sido siempre una guerra interna, que sagazmente y afinadamente ha ido expandió sus fronteras hasta mutar en lo que es hoy, un complejo de intereses exportables, una lucha entre el oriente y el occidente, entre el islam y la cúpula del catolicismo, entre lo arcaico y lo nuevo, entre los petro-dólares y los ambiciosos gobiernos de turno, entre la industria armamentística y la paloma de la paz. En fin, una disyuntiva que nos afecta a todos, pero con un mensaje claro, la gran mayoría de ejecutados en estas acciones terroríficas son simples mortales, inocentes, personas del pueblo que no han elegido el inesperado final que les ha tocado, el de morir a cuenta de nada y en nombre de algo.