domingo, 10 de agosto de 2014

SIGLO XX

                                                

                 ¡Me duelen las entrañas nada más mencionarlo, y hasta hace bien poco no tuve conciencia de ello, me hallaba directamente dormido entre símiles y engañosas metáforas! ¡El “siglo XX”, el siglo en el que he nacido, es demasiado pesado para tan sólo cien años, y no de soledad, más bien de aglutinada maldad y genocidios de cualquiera de las partes involucradas! ¿Se han puesto a pensar, pero pensar sin limitaciones ni términos hasta dónde llegó la humana soberbia de aquellos seres “pensantes”? ¿No? ¡Pues creo que deberían hacerlo, porque soy de los que creen que el comportamiento humano en el siglo actual depende directamente de los hechos y sucesos acaecidos en dicho siglo que nos dejó una brutal herencia que será imposible de borrar!
                 Una aglomeración de personalidades dispares invadió estos años para dejarnos un sabor amargo en la boca y unos deseos irrefrenables de montarnos en la máquina del tiempo y tomar a cada uno de ellos por el cuello hasta dejarlos sin respiración, aunque actuemos vilmente como ellos. Fue la época de las guerras, de la primera, de la segunda, y de la guerra helada, porque creo que fue más que fría. Fue el siglo de grandes “cambios sociales”, de la pasarela de los omnipotentes dictadores, lo mismo de izquierdas que de derechas; el siglo de grandes inventos como la aberrante bomba atómica, de los estadistas, de los que piensan que yo soy mejor que tú porque tu raza no vale una mierda, de los que creyeron en doctrinas inventadas con ramalazos utópicos, de las crucifixiones carnales y espirituales, del espionaje, de los hombres que entregaron sus vidas para salvaguardar los intereses patrios, ¿qué intereses, los de sus gobernantes que rebosaban por cada poro una ambición desenfrenada y una arrogancia más que humana? El siglo, el maldito siglo del exterminio humano a todo lo largo y ancho del mismo.
                 ¿Cuántas vidas cercenadas? ¿Cuántos hombres, mujeres, niños, ancianos, en realidad, cuanta vida lanzada al foso de la historia? ¿Cuántas, y para qué? ¡Sí, porque el “porqué”, no tiene explicación en estos tiempos, y menos las disculpas en forma de homenajes póstumos y de condecoraciones con medallas de hojalata barata! ¡No, no, y no! ¡No hay perdón ni de los dioses del olimpo!
                 Si mencionase cada uno de los aborrecibles hechos dispersos por toda la geografía mundial, creo que pocos estados se salvarían, pero muy pocos. Gobiernos dictatoriales con fuerza suficiente para matar porque yo lo estipulo así. Hombres poderosos que con un único gesto exterminaron  miles, y hasta millones de personas, y sin ningún resentimiento, porque por encima de las vidas se halla la patria. ¡Patria, poderosa palabra que al menor síntoma de cambio del viento es enarbolada con todas sus consecuencias, sin piedad y con todo su peso, porque mira que pesa la maligna palabra “patria”, tanto, que sobre mi pecho siento un ahogo constante que no me deja respirar en Libertad! ¡Así es la patria, egoísta, como lo credos que no permiten el menor de los desatinos! Y con todas estas blasfemias los cien años golpearon sin escrúpulos en nuestros abuelos, y en nosotros mismos si nacimos en la segunda mitad del mismo. Un golpe seco y aplastante que muchos no soportaron, y ahora, no están para contarlo como yo. ¡Es una lástima! ¡Cuánta creatividad, energía, luz, fuerza, cuánta vida machacada!
                 No pretendo nada con estas palabras, posiblemente desahogarme de las imágenes que he visto últimamente en los periódicos y en la televisión referente a la masacre humana del siglo XX. Hoy me he sentado frente al ordenador como un día más y la hoja de Word no era blanca, era púrpura, y  entonces comprendí que no podía escribir sobre el amor, sobre sexo que tanto me apasiona, sobre historias inventadas que por casualidad llegan a mi memoria, ¡no!, ¡no lo podía hacer!, y me dejé llevar, hasta que las mismas emociones detengan mis manos.
                 Le doy vueltas a la cabeza pensando qué se puede hacer para que el “pasado” no se quede en eso, en un sencillo termino que termina olvidándose o recordándose simplemente cuando llega una efemérides, y para que el presente no continúe los pasos de antaño; pero no doy con la fórmula, y aunque no lo parezca, esta piedra que llevo sobre el pecho me condiciona demasiado y la mayoría de las veces pierdo las perspectivas. En fin, ahora no sé si llorar o morderme la lengua de rabia para no dejar que aflore esta angustia que me provoca taquicardia hirviéndome la sangre. Es que no es de justicia, y por lo tanto no es justo lo sucedido a estos indefensos seres que por el humilde hecho de respirar, un día le fue negado el aire, fueron plantados frente a un pelotón de fusilamiento, los quemaron vivos, fueron torturados con saña, y todo lo que la  limitada imaginación no puede pretender. Es igual el término empleado, es decir, fueron EXTERMINADOS de la faz de la tierra por voluntad divina de los poderosos y mal llamados hombres de gobiernos.