lunes, 22 de octubre de 2012

¡ÚNICO Y SOLAMENTE PÉREZ!


                               
                                 
                                                         (Parte I)
                  En un pequeño país perdido entre los mares infinitos del planeta tierra, existe un presidente apellidado Pérez. Este mandatario de semblante rudo e invariable, viene gobernando el territorio nacional muchas, pero muchísimas décadas. Tanto tiempo lleva en el poder, que la generación de adolescentes que estaba en el país cuando el comenzó su mandato, ha fallecido por ley de vida. ¡Uno a uno fueron envejeciendo hasta morir!
                 El señor Pérez de tanto disponer calló en una apatía profunda. El pobre jefe de estado necesitaba cualquier aliciente para mantener las ideas claras y al pueblo recto. Ideó trabajos voluntarios los sábados en la noche y domingos en la madrugada, días de la defensa local (por barrios), cursos para aprender el ensamblaje de un cañón y su posterior lubricación, construcciones arquitectónica bajo tierra (se basó en los topos y en aliados comunes) y miles de ocurrencias mas que no habría suficiente papel en el mundo para plasmarlas todas.
                 Pérez calló enfermo. Muy enfermo. El médico le recomendó una dieta baja en proteínas y dejar de comer en abundancia. ¡Pérez poseía una buena boca para alimentarse y para pronunciar palabras enlazadas unas con otras por un periodo indeterminado! La última vez que pronunció uno de sus eternos discursos terminó  tres días después en la cama y con una afonía de caballos. ¡El doctor se lo había advertido, pero Pérez no escuchaba los consejos de nadie! Entonces enfermó y quedó muy débil.
                 Al parecer el continuado ayuno y prolongado respiro ablandó las entendederas del centenario caudillo, porque al levantarse de la cama llegó con nuevas y profundas ideas. Durante su letargo obligado la luz se le manifestó en todas las tonalidades posibles. --¡Es la hora del cambio!—Fueron sus palabras al ver a todos sus ministros en fila esperando una orden. El gobernante se levantó de la cama, desayunó y se puso a trabajar.
__ ¡Hoy será el día nacional de Pérez, en honor a mí! –Manifestó a todos sus subordinados que enseguida se movieron para dejar constancia por escrito del genial pensamiento del presidente.
                  Esto fue nada más que el comienzo. El primer día del mes fue festivo en honor a Pérez, en las calles se podía leer avenida de Pérez, rotonda del Ilustrado Pérez, calle del bien ponderado Don Pérez, y así sucesivamente hasta dejar en cada  espacio público por muy pequeño que pareciere el Pérez en un rótulo.

Continuará…………………
Fotos: ARA.