domingo, 29 de marzo de 2015

¡DE TEJADO Y NADA MÁS!

                                       
                
                 En estas venerables fechas, el santo padre de Roma ha tenido la delicadeza que simple y llanamente puede albergar su santidad, y bien valga la redundancia, el de invitar a un selecto grupo de personas “sin techos” a visitar la capilla Sixtina del Vaticano. En la generosa oferta papal se incluye guía y cena al término de la misma. Un tour imposible de rechazar porque un ofrecimiento de esta índole, ¿cómo podemos clasificarlo sin llegar a caer en una burda definición?, “desbordada generosidad”, ¡sí, eso es!, rebosada generosidad, no se encuentra a la vuelta de la esquina, y mucho menos si después de la misma el personal debe regresar a su mugriento soportal para en la noche abrazar su ya entrañable y maltrecho cartón corrugado. Es que la generosidad divina no tiene límites ni precio, y para cada descocido siempre hay un Papa alerta que todo lo ve y todo lo enmienda.
                 Estas personas que poseen como único techo el cielo, y cual sólidas paredes la vivaracha ciudad, son más que dichosas, porque en todo momento el señor vela por ellos, y esto es una prueba de ello. No cualquier persona es invitada al Vaticano, y mucho menos por el mismísimo Papa para contemplar los frescos de Miguel Ángel. En estas encumbradas fechas la cultura es necesaria, y si esa cultura es divina, mucho mejor, los conocimientos recibidos seguramente serán esgrimidos en cualquier circunstancia de la vida, o de la empobrecida vida, de la miserable vida, de la asquerosa vida, de la……., ¡calma, no está bien alterarse en estas puntuales fechas! Se puede ser “sin techo”, pero la procesión siempre se lleva por dentro, y exteriorizar la pobreza no está bien, no es de buen católico, hay que mantener los sentimientos resguardados de cualquier malsana intención; de esta manera no alarmaremos al creador. Preocupar al señor es innecesario, él debe seguir pensando que los necesitados de pan y techo se pueden contar con los dedos de las manos.
                 ¿Es necesario un techo?, ¡No! ¿Es necesario alimentarnos diariamente?, ¡No! Lo verdaderamente necesario es entregarnos en cuerpo y alma a la divina providencia, a la fe que mueve montañas y derroca tiranías, porque contemplar por primera y única vez las riquezas de la Santa Sede no tiene parangón en la corta vida de un necesitado. Hay que abrir las ventanas del alma, ¡no!, rectifico, el símil de la ventana creo que no es el más acertado en estos casos, hay que abrir los periódicos, las revistas, o los cartones de par en par para que la gracia pictórica del creador alimente las consciencias de los “sin techos” y nutra sus espíritus.
                 Una cosa sí debe tener en cuenta el Santo padre, al término de la cena, cada uno de los santos retretes deben estar disponibles y dispuestos, porque con toda seguridad más de un centenar de estómago acudirán raudos y veloces a los mismos para desaguar lo ingerido. Y es que en los temas del cuerpo no hay mandato divino que valga. Por mucha buena fe que se tenga si se aterrorizan de esta manera las tripas, no valen guayabas verdes que controle la defecación.
                 Primero comer a diario y resguardar el cuerpo de cualquier inclemencia, después, la contemplación del divino arte. Y me duele enormemente este improcedente orden porque sucumbo ante la belleza, pero un necesitado, un ser de la calle, un “sin techo”, bien poco le importa si fue Miguel Ángel o Juanito el de los palotes el generador de estos pasajes. Y para rizar más el rizo, ¿no es contraproducente, o enfermizo, invitar a un “sin techo” a observar los frescos ( los techos) de la capilla Sixtina? Bueno, puede que mi enfermiza cabeza sea más terrenal que celestial.

                                                                                       Un Ciudadano Contemplativo.