martes, 17 de abril de 2012

FABULA DEL APASIONADO CAZADOR.

Un castillo sin rey
                 En un lejano país hace muchos pero muchos años, existió un rey que no tenía castillo. El insigne monarca vivía como los nómadas, como un simple pastor trashumante, sin patria ni hogar. Con su poderoso arco y sus flechas personalizadas, viajaba de un sitio a otro sin sentido, simplemente se dejaba llevar por las manadas de animales que se encontraba en el camino. Era un apasionado de la caza. Lanzaba sus flechas al viento entre el tropel de animales y luego esperaba que la gravedad hiciera lo suyo. Claramente que el monarca no dominaba el concepto gravitacional, pero sabía, que todo lo que se elevaba al cielo, al final caía por su propio peso.               
                  Un buen día el monarca se encontró con un enorme animal bebiendo en un riachuelo. Quedó completamente estupefacto al ver al sorprendente y extraño espécimen. ¡Era la primera vez que sus ojos contemplaban una bestia tan apetecible! El monarca nunca cazó para subsistir, lo hacía para alimentar a su ego. Pensó que este momento era único, y que por nada en el mundo debía meter la pata, o las patas.¡Voy a cazarlo! Lo dijo a la vez que preparaba su arco.                
                    Afinó uno de sus ojos, el más despierto, y apuntó hacía el riachuelo. ¡Plan, plan, plan! En cuestión de segundos el monarca se vio en el suelo, y sobre su pecho, una de las patas del hermoso animal.

                ¡Te concedo un deseo! Dijo la majestuosa especie. El monarca pensó que era su día de suerte, y afilándose los dientes abrió la boca para pedir, pero el mamífero le respondió. ¡Te concedo un castillo! ¡Un castillo para que vivas y no salgas nunca de el! ¡Eres un rey, y los reyes están en los castillos! ¡Es peligrosa, muy peligrosa la caza!¡Es mi deseo! Y en un plis, desapareció.

                 Se cuenta, por algunos de los escritos sagrados, que el monarca despertó en un castillo y nunca más volvió a salir de él, no por su voluntad, claro que no. ¡El castillo era mágico, y el que entraba jamás volvía a salir! El rey fue condenado al ostracismo. Se cuenta, que en su habitación, sobre su cabecera, siempre le acompañó, hasta su muerte, la figura de una enorme bestia de amplios colmillos.

             ¡Dicen las malas lenguas, que el rey, nunca más pudo pegar un ojo!