lunes, 18 de marzo de 2013

EL TIEMPO


                                          

                 El  día de hoy se me presenta un poco complicado respecto a la cantidad de cosas que debo hacer en tan reducido espacio de tiempo que no sabré si podré cumplimentar o no. Cuando tengo un día como el de hoy, los bellos se me erizan y las ideas pierden su equilibrio habitual y comienzan a dar tras pies unas con otras para encontrar una posible salida de mi cabeza, pero las pobres se apiñan y amontonan en la corteza cerebral y esto hace que me provoque una conmoción expresándose en un fuerte dolor de cabeza, que continuará acompañándome el resto de las horas de dicho día. Antes de comenzar la mañana, e incluso antes de que los rayos de sol se desperecen, yo he comenzado con mi labor para no perder el más mínimo tiempo. Después de hacer mi acostumbrado ritual de preparación para enfrentar el día, comienzo por escribir algunas líneas, por ejemplo, estas que posiblemente llegaran a leer algunos de vosotros si pasan su mirada por este blog, pero puede ser que como yo, no tengan hoy mucho tiempo y se dediquen a sus cosas que con toda seguridad serán más importante que detenerse por un instante en estas desesperadas palabras (desesperadas por la falta de tiempo y no por otra cosa); pero aun así tengo el tiempo justo y no más.
                 Siempre he pensado que el tiempo me está robando descaradamente algo concreto en mi vida, y no me estoy refiriendo como es lógico al propio tiempo que se nos va cada día, ni al que invertimos o dejamos de invertir en aparentes actividades productivas, no, no les hablo de este tiempo, que por ejemplo ahora, uno, dos, tres, cuatro, cinco, no deja de marcar con su implacable presencia que nuestra posición en el espacio es transitoria; naturalmente que no amigas y amigos, no, les hablo del solapado, del velado, del tiempo que está pero a su vez no lo vemos, del que cuando menos nos imaginamos, nos deja una señal precisa de su existencia para toda la vida. Ese tiempo es como un mal refriado a ciertas edades, que se mantiene en el pecho, y cuando nos agitamos inesperadamente brota en estentórea tos al exterior sin misericordia alguna. Soy testigo del maldito tiempo, porque más de una vez se ha interpuesto en mi camino, y las cosas importantes como las que debo hacer hoy se truncan y no consigo alcanzar mi propósito por más que me afane en ello. Ahora mismo han pasado diez, once, doce, trece, catorce minutos que debía estar en la calle y continúo con el tiempo a mis pies implorándome un poco de atención para terminar otras cosas, que por el propio tiempo he dejado de hacer en ocasiones pasadas. ¿No sé si en algún momento tendré el suficiente tiempo para poder pactar con él?