domingo, 16 de marzo de 2014

“ESPÍRITU MÍO QUE ESTÁS A MI LADO”

                       

                 ¿Vosotros creéis en los espíritus? ¡Pues yo sí! Y no es solamente que crea, es que los tengo junto a mí; sobre todo uno, un fuerte y cálido espíritu que ronda mi espacio y posiblemente me mantiene con vida. Deseo que nunca se vaya de mi lado, y cuando lo haga, entonces seré yo el que no se aparte del mismo. 
                 Los espíritus no son nada del otro mundo, más bien pertenecen a nuestro propio universo, porque desde los remotos tiempos lo han sido, son parte intrínseca del paisaje, de los objetos y sujetos. Lo que sucede con este tema es que desde los comienzos de la civilización se ha pretendido por razones de devoción doctrinal, mantenerlos fuera de nuestro entorno, para que no ocupen un lugar relevante en nuestros días, y dejarlos en escuetos espíritus que deben elevarse al cielo para alcanzar su paz, y no es así. Cuando estos dejan nuestros “cuerpos”, su común habitad, necesitan de una nueva fuente para continuar alimentándose, porque el viejo cuerpo ha dejado de proporcionársela, y es entonces que se mueven libremente en busca de dicha energía.
                 No hay espíritus malos o buenos, hay nada más que espíritus. Una de las cosas que pretenden al quedarse desnudos de "cuerpos" es encontrar la manera, la forma de comunicarse con sus iguales que aún se mantienen habitando “cuerpos”. Esta es la etapa en la que los humanos procuran deshacerse de ellos con misas y plegarias para que se eleven al abarrotado cielo de una vez y por todas para que “descansen en paz”. Y hacen mal, muy mal, los espíritus lo único que desean es entablar una comunicación con los demás espíritus y hallar una fuente de alimentación antes que sea demasiado tarde. Está muy claro, no pretenden nada con nosotros, pero sí con su igual, el espíritu que llevamos dentro, y esta posibilidad, humanamente o espiritualmente, no se la debemos negar. Nada de ceremonias, de exorcismos, de rituales que lo único que lograran es que se confundan y se hagan torpes, porque no hay nada peor que un espíritu patoso. Un espíritu patoso con el tiempo llegará a transformarse en un espíritu aburrido, tedioso, con falta de personalidad. Es cuando perciben que su presencia no es grata, que a nadie les importa, y entonces comienzan a manifestarse para que los “vivos” sepamos que siguen aquí. Cualquier negación de los mismos es nula, porque permanecerán por siempre en nuestro entorno por mucha agua “bendecida” que viertan sobre sus etéreas presencias.
                 Sabiendo esto, yo, me comunico con ellos, con todos, o al menos con los que desean manifestarse, aunque sea repentinamente, de golpe. Estoy dispuesto a platicar con cualquier espíritu errante que necesite de mi espíritu que es algo poseso, pero al fin de cuentas ellos se entienden; cierro los ojos y me dejo llevar por sus impulsos hasta terminar agotado pero repleto de cordialidad.
                 Mi espíritu preferido, el especial, ha resuelto poseer mi cuerpo, y echar a la calle al anterior espíritu, para que se busque la vida. Pienso que es lo mejor que me ha pasado en todos estos años, lo creo profunda y sinceramente. Ahora me posee un espíritu añejo, profundo, sabio; pero sobre todo, un espíritu conocido, un espíritu que ha encontrado el “cuerpo del delito”.