sábado, 2 de marzo de 2013

“El sabor y atracción que ejerce el poder en la psiquis de los que lo han probado”.



                 

                 Es degenerativo, adictivo, e irreversible, el poder en la psiquis de los que probaron sus mieles. Se dice que el poder corrompe al más puro, desestabiliza el orden democrático, y altera la consciencia del noble mandatario que se aferra al mismo para no abandonar sus dominios. Para llegar al poder, todos, prometen, estando en el poder se miente, y para no abandonar el poder se es capaz de matar. En esta desazón de poderío no importa hacia dónde va la corriente, porque el poderoso gobernante hará lo que le plazca o lo que le manden los buitres de su entorno o de un poco más allá para decir en alta voz, ¡Aquí estoy! El poder de disponer, y tomar una resolución siendo errada o no cuándo se posee el poder, se puede comparar con un subidón de azúcares en la sangre o una segregación de endorfinas por parte del poderoso regidor. Este ser se alimenta de demostraciones multitudinarias porque no concibe su dominación sin estos continuos baños de masas, y desde el momento mismo de alcanzar su objetivo de mandar a toda costa, de gobernar con mano firme, o de joderle la vida a millones de persona con su silencio o con su soberbia, poco queda por hacer que no sea una rebelión en toda regla, silenciosa pero profunda y aplastante. El justiciero, prometedor, y honesto mandatario del comienzo muere para dar paso a una metamorfosis superior y de mayor calado que la del propio Kafka. Entonces el pueblo tiene la última palabra.
                 No hay países concretos, regiones determinadas o culturas específicas, para afirmar que este o aquel dirigente hace esto o aquello por el bien común, no, lo hace únicamente para fomentar su ego y satisfacer sus ávidos bolsillos; no me excedo en los comentarios, estamos viviendo un fin de etapa, un cambio de ciclo, y el mundo está en evolución y en revolución sin saber muy bien hacia dónde nos encaminamos. En la radio, en la televisión o en la prensa escrita, escucho que no todos los políticos son corruptos, sino algunos, porque los hay honestos y decorosos, pero no, no se puede ser honesto y decoroso en un entorno partidista, donde cada acción de un elemento (en este caso de uno de los miembros del partido o de todos) está marcada por la filosofía y el pensamiento del clan. Por el simple hecho de pertenecer a un partido que ha cometido este o aquel acto indecoroso, se debe tener y mantener una responsabilidad colectiva, porque es el fruto de los acuerdos internos, que no es otra cosa que sus estatutos. Aunque no los haya cometido equis persona, sí equis persona lo ha sabido y lo ha consentido por ser parte indisoluble de esta agrupación partidista, y si este elemento no se ha enterado que algo huele mal, se debe hacer urgente un cambio radical porque ha dejado de funcionar el sistema. La honorabilidad se puede defender en soledad, pero cuando se es parte de algo, esa parte está expuesta a una comunidad, siendo responsable de los hechos de los demás, y sí sé cree que no es así, será mejor no afiliarse y abandonar el partidismo, que desde hace mucho tiempo nos ha partido por la mitad.