jueves, 2 de octubre de 2014

“LA PESTE IBÉRICA”

                                         

                 ¿Es un virus, una epidemia, una moda? ¡No! ¡Es algo más que una inmoralidad! La península Ibérica, concretamente España, está siendo atacada por una dolencia sumamente grave que amenaza con descomponer la paz existente para sumarse en un caos de identidad, humanidades, y moralidad. De una forma sumamente dañina, la “corrupción”, se a enraizado en el sistema, tanto, que en la actualidad no veo paliativo lo suficientemente potente para deshacernos de una vez y por todas de ella.
                 No hay día, hora, minuto, que no salte, como la liebre, un caso de corrupción (para evitar querellas, “posibles casos”), y lo más triste, vergonzoso, es que en cada una de ellas están involucrados los partidos, los organismos oficiales, las instituciones, los bancos, las asociaciones, esta parte me gusta mucho, “asociaciones sin ánimo de lucro”, las cajas, las corporaciones, etcétera, etcétera, etcétera; creo que hasta ahora, los únicos que se salvan de esta maloliente plaga son las guarderías infantiles. ¡Para qué afirmar que es una vergüenza, si a los involucrados, a los corruptos, no les importa, porque carecen de circulación sanguínea del cuello hacia arriba, sus caras son impasibles y descoloridas como la de los muertos! Nadie dimite, nadie es responsable, nadie pide perdón, nadie paga por toda esta inmoralidad. ¿Y saben por qué? Porque la justicia marcha a paso de elecciones, y cada jurisconsulto responde a los intereses corporativos a los que representa. Hasta ahora todos son “presuntos”, imputados o no, pero “presuntos” hasta que se demuestre lo contrario. Si los casos de corrupción, que se mantienen en proceso de estancamiento, por un motivo u otro, en el juzgado, se equiparasen en años de vida, una generación entera de españoles dejarían de existir sin ver siquiera un resolución en firme.  
                 Hoy despertamos con la noticia de la “tarjeta fantasma” de Caja Madrid, ahora Bankia, de la cual más de ochenta y tantos chupasangre, parásitos de cuello y corbata, engendros de una seudo-sociedad, se han beneficiado de la misma. Lucrado de una entidad que es reflotada con dinero público, “público”, y no púbico, que es lo que piensan ellos, porque se pasan la crisis por el forro aterciopelado de sus cojones.
                 Un grupo de estos personajillos, porque jamás serán otra cosa que “illos”, el mismo día del atroz atentado de Madrid, el 11 de marzo del 2004, andaban pululando por Miami para reventar dichas tarjetas. En todos estos años se han gastado 15,2 millones de euros en gastos personales como: viajes, ropas, hoteles, comidas, regalos, taxis, tabacos, bebidas, y seguramente alguna que otra meretriz, para consolidar y reafirmar su Star-system. ¡Son los hombres de esta sociedad! ¿Quién puede dudar que la cantidad sea mayor?
                 Y lo más sangrante, lo inadmisible, es que este grupo de asesores o consejeros (son muy buenos aconsejándose ellos mismos) lo constituía la élite de los partidos políticos del país, ¿la élite?, y también los sindicatos. ¡Sindicatos, que se entiende que están en estos sitios para velar por la integridad de los más desprotegidos! ¡Maldito dinero que hace dudar hasta el más pinto de la paloma!
                 ¿Qué está pasando? ¿Será en realidad una toxina malvada que hace extender las manos para tomar lo que no es de uno y así beneficiarse descaradamente aun sabiendo que el dinero es de todos? ¿No será que estos “politólogos” en lo más recóndito de sus entidades les han dado por pensar que están actuando correctamente porque algún dios se lo ha demandado? ¡Pérfido mal que no deja en paz a los hombres de bien!
                 Es una situación tan, pero tan desesperante, que la poca paciencia se ha trasmutado en una aberración congénita, y la mayoría, (menos los asesores, consejeros, etcétera, etcétera, etcétera) hemos caído en una larga y agonizante enfermedad llamada penuria.
                 Los catalanes quieren salir a la calle el 9 de noviembre para intentar votar. Está mal, no es constitucional, o, ¿está bien?, los ciudadanos tienen derecho a decidir, al sufragio; pero a estas alturas eso ya no es lo que importa. ¿Por qué se ha llegado hasta este extremo? Un contexto demasiado delicado el que se avecina, pero sumamente delicado para la situación reinante en el país. ¡Una bomba de relojería! ¡Y nadie hace nada, ni una parte ni la otra, no hay un intermediario, una cabeza pensante. Cada parte continua en su obstinada posición, como dos toros que se enfrentan cuerno a cuerno sin medir las consecuencias de sus fuerzas! ¿Y saben por qué? ¡Porque no hay un líder, un guía, un Quijote que se enfrente a los molinos de viento y ponga punto final a esta situación! ¡Y al final, la culpa, el mal, recaerá en el eslabón más débil, en el pueblo!
                 Esto no es política, más bien es un politiqueo turbio y andrógino que concluye, culmina, con la única representación de sus intereses partidistas. El país no ha sido gobernado por un gobierno, sino por estos partidos, que desde hace muchos años, han “partido”, los corazones y los riñones de cada uno de los españoles que intentan mantenerse con algo de dignidad. Es una lástima, porque lo último que se debe perder es la fe, pero el que esté libre de pecado que lance una piedra.
                     
                 Por estas razones, como dice una canción: …….se acabó el querer, nadie quiere a nadie…….. Y es lo que está pasando. ¿En quién podemos confiar y para qué? A estas alturas es sencillamente una cuestión de supervivencia. Si los que te representan no sacan la cara por ti, ¿quién lo hará?, pues solamente tú, y nadie más que tú. No nos queda nada más que una opción, y no debemos desaprovecharla o equivocarnos en la misma.
                 ¡Tenemos que votar a nuestro favor, con inteligencia, dejando el pasado a un lado, los recuerdos, y centrándonos en la variedad, en una transformación que nos lleve por caminos no trillados, en que los discursos panfletarios y, las consumidas promesas, no sean más que una falacia de tiempos pasados. ¡Lo que no fue, nunca, será, y segundas partes nunca son buenas! Puede que nuestra decisión no sea la correcta y tampoco la solución, o tal vez sí, pero al menos tendremos la oportunidad de equivocarnos.
                 ¡Y el que no arriesga, no gana!