miércoles, 27 de agosto de 2014

HOY TENGO POCO QUE DECIR

                         



                 Dejaré unas pocas palabras, al azar, para que el viento las eleve a una prudencial altura y lleguen al necesitado, al temerario, o al glotón de vocales y consonantes. ¡Estas son dichas palabras!
__ ¡¡Esto es una rotunda mierda!!
                 Fue el primer pensamiento que me vino a la cabeza y lo lancé al exterior en forma de palabras poco articuladas y secundado por mis cuerdas vocales cuando recibí la maldita carta que me llegó de arriba, de lo alto, sí, de lo más alto que se pueda imaginar, del cielo intrincado y profundo, de ese cielo que “dicen” que es de todos y que iremos a parar un día de estos nos guste o no; pero no, no, literalmente, ¡no es así!, y con estas palabras: ¡Usted no reúne las condiciones exigidas para ser admitido en el seno del señor!, fue denegada mi solicitud en el cielo.
--¡Maldición, qué es eso de que no reúno las condiciones para ser admitido en el cielo! ¡¡MIERDA!!
                Es lo que yo llamo abuzo de poder. ¿Por qué no puedo tener acceso como una criatura más a las alturas, a las infinitas indulgencias del cielo y su poder? ¿Acaso no soy digno como los demás de este privilegio celestial? Pues no, ¡no lo soy!, de esta manera contestaron, no soy una persona grata para la corte santoral, aunque mi petición fue hecha de antemano y por propia voluntad. La hice antes que me llegase la hora de palmarla, hace bien poco, en la flor de mi madurez espiritual y carnal. Creo que unos de los puntos candentes fue cuando me referí a mi “madurez carnal”. ¡Qué miedo se le tiene a la carne en el cielo, ni que fuesen cien por ciento vegetarianos! Estoy seguro que en algún momento de sus santas vidas habrán ingerido algún asadito o pinchito de al menos carne enlatada. ¡Ellos no son bobos para no hacerlo!
                 Me contestaron textualmente que soy un sátiro, pervertido, loco, apátrida, libre pensador, y defensor a ultranza de las “tetas”, y que con mi pensamiento y comportamiento provocaría un caos en las nubes por ir a todas horas de aquí para allá persiguiendo antiquísimas protuberancias mamarias. Y entonces caí: ¡Usted no reúne las condiciones exigidas para ser admitido en el seno del señor! En el seno del señor. ¿Piensan acaso que por ser amante de las “tetas” iré directamente a cobijarme al seno del señor? ¡Qué el propio Dios no me ampare si lo hago!
                 Mi relación con las “tetas” es pasional, intrínsecamente cósmica, sin llegar a esas “alturas” celestiales que da la sensación que todos van piripi, ¡sí!, esnifados desde que se levantan hasta que se acuestan. ¡Yo amo la esencia, el conjunto, el significado pectoral de un contorno, sin importarme reminiscencias, estructuras, o establecidos parámetros! ¡Amo a la teta por sí misma, sin pertenecer a nadie en concreto, a la sublime e indeleble teta que un día se rebeló contra el tiempo y los establecidos moldes! A esa teta que no deja de mirarme de soslayo y me provoca con sus afiladas intenciones; y no me importa que sea pequeña o nula, grande o desproporcionada, firme de convicciones o elástica de pensamiento, parametral, oblicua, neutra, anglosajona o asiática, persistente, ducha, escueta, efímera, hasta infiltrada, es decir, una señora o señorita teta que no deja de observar los tiempos gramaticales con amables ojos. ¡Todas, todas las “sí” y las “no” tetas unidas del universo!
                 No recuerdo muy bien lo que les estaba contando, pero creo que el cielo no está hecho para mí.

__ ¡Se me olvidaba, que el señor no se preocupe por su “seno”, que las tetas terrenales para mi gusto son el mismo paraíso!