domingo, 30 de diciembre de 2012

“COSTUMBRES ARRAIGADAS”




                 Las costumbres en realidad se arraigan porque el ser humano es un animal de costumbres. Es necesario nada más que en  tal siglo, en tal época, en tal año, en tal mes, o en tal día algún ser viviente haga cualquier ocurrencia fuera de lo normal con cierta repercusión y anormalidad para que se produzca un efecto contagio. Esta simple acción que  con toda seguridad se produjo por error, se instaura en la memoria de la población como un hecho real, concreto, y absoluto. Entonces como por acto más bien de magia que de fe, este simple acontecimiento se hace costumbre para implantarse en el calendario del mundo civilizado y permanecer como evento incuestionable hasta nuestros días. Y lo más singular de estas costumbres arraigadas es que todos corean las mismas frases --¡Es una tradición muy bonita que no se debe perder!-- Entonces por inercia y repitiendo lo que hicieron nuestros antecesores, nosotros nos enfrentamos a la costumbre con la entrega y la pasión de un ferviente adorador de costumbres repetidoras.                 No importa la región o el país, siempre la nuestra es la auténtica, la de verdad, proviniendo de raíces ancestrales  basadas en sólidos fundamentos de toda índole. De esta manera las nuevas generaciones repetirán los hechos u errores de la anterior pero con un carácter nacional. La mayoría de ellas se instauran en la oficialidad haciéndose la costumbre un bien patriótico y protegido. Bajo estas influencias es muy delicado huir de estas manifestaciones hereditarias, que por otra parte es asumida por la mayoría de la ciudadanía sin conocer históricamente su razón. Es entonces cuando entramos en una espiral no ascendente pero peligrosamente circular. Formamos parte esencial de una costumbre que más que arraigada es un culto a la añoranza.
                 Esta expresión se consolida como dogma y la adoramos por un simple motivo, la inmensa mayoría de la población actúa como entusiastas idólatradores de la misma. Es cuando aparecen las raíces sociales, culturales, religiosas, demográficas, gastronómicas, soberanas (de la realeza) y todas las demás apelaciones que pueden ser utilizadas para que la costumbre se transforme en “patrimonio indiscutible de la humanidad”. No hay nada más poderoso y placentero que el poder de la repetición; paro los que actúan como tal. ¡Una diminuta pero constante gota de agua al paso del tiempo deja una huella indiscutible e imborrable en el sitio deseado! Si todos fuésemos constante en lo que deberíamos serlo, el mundo tendría una nueva costumbre, la más valiosa de todas las costumbres hasta ahora instaurada. ¿Cuál sería? ¡No pienso decirla! Las costumbres se forman haciéndolas y no diciéndolas. ¡Si de verdad la deseamos pues hagámosla!