“Cuando Gregorio Samsa se
despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama
convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en
forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado,
parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia
apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus
muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño,
le vibraban desamparadas ante los ojos…….”
Se cumplen 100 años de este extraordinario
relato de Franz Kafka. Una mañana al despertar Gregorio Samsa observó que ya no
era el mismo, el de antes, el que siempre había sido hasta ese preciso momento.
Tuvo una transformación en una sola noche. Cambió radicalmente, ¿para bien o
para mal? El paso de los años nos indica que las “metamorfosis” son necesarias
para el equilibrio de la humanoide biosfera. Lástima que estos procesos no se
produzcan más a menudo.
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