(Parte
I)
En un pequeño país perdido
entre los mares infinitos del planeta tierra, existe un presidente apellidado
Pérez. Este mandatario de semblante rudo e invariable, viene gobernando el
territorio nacional muchas, pero muchísimas décadas. Tanto tiempo lleva en el
poder, que la generación de adolescentes que estaba en el país cuando el
comenzó su mandato, ha fallecido por ley de vida. ¡Uno a uno fueron
envejeciendo hasta morir!
El señor Pérez de tanto
disponer calló en una apatía profunda. El pobre jefe de estado necesitaba
cualquier aliciente para mantener las ideas claras y al pueblo recto. Ideó
trabajos voluntarios los sábados en la noche y domingos en la madrugada, días
de la defensa local (por barrios), cursos para aprender el ensamblaje de un
cañón y su posterior lubricación, construcciones arquitectónica bajo tierra (se
basó en los topos y en aliados comunes) y miles de ocurrencias mas que no
habría suficiente papel en el mundo para plasmarlas todas.
Pérez calló enfermo. Muy
enfermo. El médico le recomendó una dieta baja en proteínas y dejar de comer en
abundancia. ¡Pérez poseía una buena boca para alimentarse y para pronunciar
palabras enlazadas unas con otras por un periodo indeterminado! La última vez
que pronunció uno de sus eternos discursos terminó tres días después en la cama y con una afonía
de caballos. ¡El doctor se lo había advertido, pero Pérez no escuchaba los
consejos de nadie! Entonces enfermó y quedó muy débil.
Al parecer el continuado ayuno
y prolongado respiro ablandó las entendederas del centenario caudillo, porque
al levantarse de la cama llegó con nuevas y profundas ideas. Durante su letargo
obligado la luz se le manifestó en todas las tonalidades posibles. --¡Es la
hora del cambio!—Fueron sus palabras al ver a todos sus ministros en fila
esperando una orden. El gobernante se levantó de la cama, desayunó y se puso a
trabajar.
__ ¡Hoy será el día
nacional de Pérez, en honor a mí! –Manifestó a todos sus subordinados que
enseguida se movieron para dejar constancia por escrito del genial pensamiento
del presidente.
Esto fue nada más que el
comienzo. El primer día del mes fue festivo en honor a Pérez, en las calles se
podía leer avenida de Pérez, rotonda del Ilustrado Pérez, calle del bien
ponderado Don Pérez, y así sucesivamente hasta dejar en cada espacio público por muy pequeño que pareciere
el Pérez en un rótulo.
Continuará…………………
Fotos: ARA.