EN
UN LUGAR DE LA MANCHA cuyo nombre no se me aparta de la memoria, se han producido
cambios vertiginosos en estos últimos años que atentan contra la paz y el
sosiego de sus pobladores. El orden de las cosas comienza a ser un caos, y a
estas alturas ya se puede palpar la inminente borrasca que ronda por dichas
tierras. Si este advenimiento no se detiene a tiempo, con toda seguridad
quedaran irreversibles secuelas en los manchegos y en el cadencioso paisaje que
tanto hemos disfrutado todos. Iré directamente al grano, por decir algo, porque
el poco que quedaba, ha sido dispersado y destruido sin clemencia. Amigos de
otras comunidades limítrofes, la tierra del Quijote está siendo invadida por
una plaga de láridos que como Los pájaros, de Hitchcock, amenazan con
arrasarlo todo; y lo peor, puede regenerarse en una irreversible pandemia. ¡Hasta
el aire que respiramos se halla en peligro! La totalidad del entorno manchego
corre una grave amenaza.
Estas aves invasoras, porque
no pertenecen a la fauna autóctona de la región, y porque han sido introducidas
de hecho por un error estructural del pensamiento colectivo, son altamente nocivas
y carroñeras, alimentándose de cualquier cosa minúsculamente comestible: insectos,
pájaros pequeños, animales marinos, todo tipo de vegetales, pollos, ratas, y también
huevos, que substrae de nidos ajenos; inclusive, estos láridos se nutren de huevos de su misma especie. Si sus presas aún
están vivas cuando las atrapa con el pico, las lanzan desde lo alto para que se
estrellen y se mueran por el golpe o del propio susto. Debido a su extensa y variada
alimentación, estos láridos se han esparcido por todo el
territorio nacional en busca de nuevas sensaciones y desconocidos platos. Estas
nefastas y necrófagas aves han aniquilado a la población local
de pájaros, imponiendo bajo la fuerza su dominio. ¡En realidad son un peligro
medio-ambiental!
Como su voracidad es sorprendente
y los recursos naturales y artificiales se agotan, aunque no su lineal imaginación,
ellos decidieron por su voluntad, invadir directamente a la flora, concretamente
a las rosáceas (rosaceae), que a estas
alturas ya han perdido cada una de sus espinas, porque, como el gallo de Morón,
se han quedado sin plumas y cacareando.
Los rosales, es decir, las rosas,
debido al fuerte impacto que tuvieron cuando contemplaron el cielo plagado de
aves, y nunca mejor dicho, el cielo de la mancha, manchado de múltiples gaviotas,
perdieron su intenso color y las punzantes espinas se doblaron y cayeron sin
más remedio al suelo, quedando indefenso cada uno de los rosales de esta inigualable tierra que ahora llora.
El ejército gaviotín se envalentonó, y con la gaviota madre a la cabeza, dictó
ocurrencias nuevas para cambiar el orden establecido, porque ahora, en cada
esquina, en cada ciudad y parcela, o por cada rincón que se ande, nos podremos
topar con una inconfundible gaviota agazapada
intentando devorar todo lo que camine, corra, o vuele. Lorus Testalapislázuli,
o lo que es lo mismo, gaviota común de
cabeza azul, posee un ramificado nido por casi todo el territorio; aunque, en
honor a la verdad, debemos mencionar, que en algunos pueblos, en pequeños
pueblos, se subsiste con valentía los ataques de estos depredadores que no
tienen piedad; contradictorio,
sabiendo que poseen una extraña inclinación por construir sus nidos en las
iglesias, porque estas aves son altamente devotas. ¡Pobres cigüeñas,
desplazadas de los campanarios por viles rapaces!
¡Si el Quijote levantase la
cabeza! ¡Si el excelso caballero viese con sus propios ojos en lo que se ha
transformado su tierra! ¡Seguramente pondría su lanza en ristre y cabalgando
nuevamente a Rocinante, arremetería contra los demonios, porque quién sabe,
puede ser que el nido central se halle dentro de un molino!