En un preciso y determinado
punto de nuestras vidas la cuerda que nos mantiene en este plano existencial se
tensa. Aunque nuestros propósitos sean bien diferentes pasaremos por un estadío
desagradable que imaginábamos pero que
veíamos de una manera directa y personal muy distante. Tarde o temprano
siempre llega, y en la mayoría de las ocasiones sin avisar. Podremos cruzar los
dedos para alejar el momento pero al final será inevitable. Ante un suceso
significativo y determinante la cuerda deja de cumplir su función y se quiebra.
Ese imperceptible espacio es determinante para todo lo que vendrá más tarde, lo
mismo para el protagonista como para el espectador activo que se queda
desorientado ante tal situación. La cuerda es la vida y se nos va, se parte.
Dejamos de estar presente al menos en este plano de la realidad. ¿Qué puedo
decir ante una situación de esta índole sin herir sentimientos que están a flor
de piel? ¿Lo siento mucho? ¡Claro que lo sentimos mucho pero siempre será poco
en referencia al contexto que se muestra inflexible! Pero sin encontrar
justificación debemos hacer algo para el bien de los demás y el nuestro propio.
Lo que la mayoría de las veces desconocemos hasta qué aspecto seremos justos o
certeros, y en cuales no; pero hay que intentarlo nos cueste lo que nos cueste.
De un lado están los
familiares dolientes, y del otro la persona que vive el hecho determinante. Son
expresiones diversas aunque no lo parezca con sentimientos a fines. Es
complicado y en estos momentos las ideas se me quebrantan y me es demasiado
delicado continuar sin cometer errores que pueda lamentar más tarde. Cuando
alguien cercano deja de estar en nuestro diario el techo del mundo se nos viene
encima implacablemente y nos desorientamos por un tiempo que varía dependiendo
de la persona en cuestión. Este periodo pasa, aunque parezca imposible pasa, quizás
no tenga el derecho moral para afirmarlo pero el tangible sí para decirles que
la memoria es el único hecho concreto de nuestros profundos sentimientos. En
nuestro ser siempre permanecerá la persona que amamos por encima de todas las
tentativas y conclusiones posibles. En nuestro pecho se mantendrá hasta el fin
de los siglos porque con toda seguridad ambos la querrán.
No soy nadie para dar un concejo,
y el inmiscuirme en las emociones ajenas debe llegar hasta el justo momento en
que intentemos mediar en los afectos. Mi experiencia me dice que nada se
termina, las cosas cambian simplemente de lugar. Hoy estamos aquí y mañana en
otro sitio bien distinto, pero continuamos estando, permanecemos en el sentido
conveniente y necesario. Las religiones se basan en la fe, la fe no es tangible,
pero creemos en ella hasta la saciedad. De la misma manera debemos creer que
nada termina, solamente cambiamos la apariencia. Y si somos consecuentes con el
hecho de la evolución espiritual, debemos dejar de ser empíricos y permitir que
nuestros queridos seres hagan un viaje sin lastre hacia una evolución necesaria,
dejándolos libres para que puedan regresar lo antes posible. Pero todo esto
será viable si nosotros lo deseamos firmemente y estamos dispuestos a despejar
la mente de ataduras establecidas. El hecho de reaccionar como la gran mayoría
nos debería de alguna manera poner en alerta de que todo no tiene porqué ser
igual. No se sufre más demostrándolo, y no se entrega más sufriendo. La
verdadera ofrenda consiste hacer de los recuerdos un acontecimiento sólido para
mantenerlos activos y con “vida”.
¡Nuestro querido ser no se marchará para el
cielo porque él o ella serán los primeros en permanecer a nuestro lado para que
hagamos bien las cosas, y porque arriba, en el cielo, estarían extrañándonos
entre aviones que van sin sentido de un lado a otro! Permanecerán a nuestras
espaldas para guiarnos durante toda nuestra vida, y cuando nos llegue el
momento a nosotros, nos tomaran de la mano y el encuentro será definitivamente especial
y anhelado.
fOTOS: ara.