Dejaré unas pocas palabras, al
azar, para que el viento las eleve a una prudencial altura y lleguen al
necesitado, al temerario, o al glotón de vocales y consonantes. ¡Estas son
dichas palabras!
__ ¡¡Esto es una rotunda
mierda!!
Fue el primer pensamiento que
me vino a la cabeza y lo lancé al exterior en forma de palabras poco articuladas
y secundado por mis cuerdas vocales cuando recibí la maldita carta que me llegó
de arriba, de lo alto, sí, de lo más alto que se pueda imaginar, del cielo
intrincado y profundo, de ese cielo que “dicen” que es de todos y que iremos a
parar un día de estos nos guste o no; pero no, no, literalmente, ¡no es así!, y
con estas palabras: ¡Usted no reúne las condiciones
exigidas para ser admitido en el seno del señor!, fue denegada mi solicitud
en el cielo.
--¡Maldición, qué es eso
de que no reúno las condiciones para ser admitido en el cielo! ¡¡MIERDA!!
Es lo que yo llamo abuzo de poder. ¿Por
qué no puedo tener acceso como una criatura más a las alturas, a las infinitas indulgencias
del cielo y su poder? ¿Acaso no soy digno como los demás de este privilegio
celestial? Pues no, ¡no lo soy!, de esta manera contestaron, no soy una persona grata para la corte
santoral, aunque mi petición fue hecha de antemano y por propia voluntad.
La hice antes que me llegase la hora de palmarla, hace bien poco, en la flor de
mi madurez espiritual y carnal. Creo que unos de los puntos candentes fue
cuando me referí a mi “madurez carnal”. ¡Qué miedo se le tiene a la carne en el
cielo, ni que fuesen cien por ciento vegetarianos! Estoy seguro que en algún
momento de sus santas vidas habrán ingerido algún asadito o pinchito de al
menos carne enlatada. ¡Ellos no son bobos para no hacerlo!
Me contestaron textualmente
que soy un sátiro, pervertido, loco, apátrida, libre pensador, y defensor a ultranza
de las “tetas”, y que con mi pensamiento y comportamiento provocaría un caos en
las nubes por ir a todas horas de aquí para allá persiguiendo antiquísimas protuberancias
mamarias. Y entonces caí: ¡Usted no reúne
las condiciones exigidas para ser admitido en el seno del señor! En el seno
del señor. ¿Piensan acaso que por ser amante de las “tetas” iré directamente a
cobijarme al seno del señor? ¡Qué el propio Dios no me ampare si lo hago!
Mi relación con las “tetas” es
pasional, intrínsecamente cósmica, sin llegar a esas “alturas” celestiales que da
la sensación que todos van piripi, ¡sí!, esnifados desde que se levantan hasta
que se acuestan. ¡Yo amo la esencia, el conjunto, el significado pectoral de un
contorno, sin importarme reminiscencias, estructuras, o establecidos
parámetros! ¡Amo a la teta por sí misma, sin pertenecer a nadie en concreto, a
la sublime e indeleble teta que un día se rebeló contra el tiempo y los
establecidos moldes! A esa teta que no deja de mirarme de soslayo y me provoca
con sus afiladas intenciones; y no me importa que sea pequeña o nula, grande o desproporcionada,
firme de convicciones o elástica de pensamiento, parametral, oblicua, neutra, anglosajona
o asiática, persistente, ducha, escueta, efímera, hasta infiltrada, es decir,
una señora o señorita teta que no deja de observar los tiempos gramaticales con
amables ojos. ¡Todas, todas las “sí” y las “no” tetas unidas del universo!
No recuerdo muy bien lo que
les estaba contando, pero creo que el cielo no está hecho para mí.
__ ¡Se me olvidaba, que
el señor no se preocupe por su “seno”, que las tetas terrenales para mi gusto
son el mismo paraíso!