Es degenerativo, adictivo, e irreversible,
el poder en la psiquis de los que probaron sus mieles. Se dice que el poder corrompe
al más puro, desestabiliza el orden democrático, y altera la consciencia del
noble mandatario que se aferra al mismo para no abandonar sus dominios. Para
llegar al poder, todos, prometen, estando en el poder se miente, y para no
abandonar el poder se es capaz de matar. En esta desazón de poderío no importa
hacia dónde va la corriente, porque el poderoso gobernante hará lo que le
plazca o lo que le manden los buitres de su entorno o de un poco más allá para
decir en alta voz, ¡Aquí estoy! El poder de disponer, y tomar una resolución
siendo errada o no cuándo se posee el poder, se puede comparar con un subidón
de azúcares en la sangre o una segregación de endorfinas por parte del poderoso
regidor. Este ser se alimenta de demostraciones multitudinarias porque no
concibe su dominación sin estos continuos baños de masas, y desde el momento
mismo de alcanzar su objetivo de mandar a toda costa, de gobernar con mano
firme, o de joderle la vida a millones de persona con su silencio o con su
soberbia, poco queda por hacer que no sea una rebelión en toda regla,
silenciosa pero profunda y aplastante. El justiciero, prometedor, y honesto mandatario del comienzo muere para dar paso a una metamorfosis superior y
de mayor calado que la del propio Kafka. Entonces el pueblo tiene la última
palabra.
No hay países concretos,
regiones determinadas o culturas específicas, para afirmar que este o aquel
dirigente hace esto o aquello por el bien común, no, lo hace únicamente para
fomentar su ego y satisfacer sus ávidos bolsillos; no me excedo en los
comentarios, estamos viviendo un fin de etapa, un cambio de ciclo, y el mundo
está en evolución y en revolución sin saber muy bien hacia dónde nos
encaminamos. En la radio, en la televisión o en la prensa escrita, escucho que
no todos los políticos son corruptos, sino algunos, porque los hay honestos y
decorosos, pero no, no se puede ser honesto y decoroso en un entorno
partidista, donde cada acción de un elemento (en este caso de uno de los
miembros del partido o de todos) está marcada por la filosofía y el pensamiento
del clan. Por el simple hecho de pertenecer a un partido que ha cometido este o
aquel acto indecoroso, se debe tener y mantener una responsabilidad colectiva,
porque es el fruto de los acuerdos internos, que no es otra cosa que sus
estatutos. Aunque no los haya cometido equis persona, sí equis persona lo ha
sabido y lo ha consentido por ser parte indisoluble de esta agrupación
partidista, y si este elemento no se ha enterado que algo huele mal, se debe
hacer urgente un cambio radical porque ha dejado de funcionar el sistema. La
honorabilidad se puede defender en soledad, pero cuando se es parte de algo,
esa parte está expuesta a una comunidad, siendo responsable de los hechos de
los demás, y sí sé cree que no es así, será mejor no afiliarse y abandonar el
partidismo, que desde hace mucho tiempo nos ha partido por la mitad.