Cuarta.
“LA PENÍNSULA DE BARATARIA”
(PARTE II Y FINAL)
EN
UN LUGAR DE LA MANCHA cuyo nombre mejor nombrar para futuras comparación se
vivía a cuerpo de rey. ¡No todos, los necesarios que tenían que vivir a cuerpo
de reyes porque descendían de parientes, hirientes, y cercanos allegados de
lejanas parentelas! En este insigne lugar denominado la Península de Barataria
de……………., un hidalgo caballero de escasa osamenta y prominentes carnes llevaba un
absoluto control de las acciones y los dineros del erario de la corona. Él
hacía y deshacía sin ningún control por parte del rey, porque de alguna manera
era su mano derecha. Sí en el reinado existía una llave, ésta estaba en poder
del prócer administrador que como excelso benefactor de causas perdidas entre
suculentas tajadas, hacía uso de ellas como si fuese el todopoderoso regente.
¡Compraba! ¡Compraba!
¡Compraba y gastaba! ¡Más gastaba de lo que compraba pero lo hacía sin medida y
bajo la tutela de su única perspectiva! ¡No importaba lo que comprase porque él
contaba con el patrimonio suficiente para comprar y gastar; para gastar en sus
compras, y volver a comprar para sus allegados! ¡Naturalmente ilustres y bien
ponderados lectores el que reparte se lleva la mejor parte! Este preclaro
caballero utilizaba estas remesas para su beneficio íntimamente propio. Su
poder alcanzaba comarcas limítrofes y más allá.
Pasó el tiempo, mucho tiempo
en la Península de Barataria y las cosas permanecieron como están en estos días
memorables; o mejor dicho, para el séquito del rey, su gerente, y demás cortesanos
de la distinguida villa de ………….. de todos los santos, las cosas mejoraron.
¡Ahora los fondos públicos se dividen entre menos producto de la crisis
institucional y mora; por ende toca a más!
Continuará...................