Si nuestros muertos no están
bien enterrados tarde o temprano los espectros se presentarán con la intención de ajustar cuentas. ¡En
muchos países estos fantasmas están tomando las calles nuevamente para reclamar
su derecho a un espacio trascendental! ¡En otros territorios, estos espectros
nunca se marcharon del todo y hoy están más vivos que nunca!
Latinoamérica en toda su extensión
es un ejemplo de cementerio viviente. Posiblemente en cada calle del infinito Chile,
de nuestro México querido, de la desconocida Panamá, de la añorada Cuba, del Haití
olvidado, de la Colombia distante, o de la Venezuela malgastada, sus seres del
pasado se niegan a compartir el presente. En Europa pasa un tanto de lo mismo.
España necesita abrir algo más que muchas fosas para que los rencores del
pasado dejen de influir en la sociedad del presente. Alemania guarda mucha historia que será
imposible olvidar. La Europa del este con los antiguos países del campo
socialista se suma a esta lista con miles o millones de personas que se
encuentran perdidos en el espacio tridimensional.
Muchas vidas que hoy han
pasado a otra fase reclaman su sitio en esta nueva era para que el mundo
recobre su cordura. Asia con el gigante Chino debe ser consecuente con sus
muertos, porque la bonanza actual se puede volver en su contra. Los países
árabes necesitan posiblemente escuchar algo más que la voz de sus dioses. ¡El
equilibrio mundial se ha resentido hacía un lado! Un capitalismo anquilosado se pierde en sus
explicaciones inútiles y la incomunicación se extiende por los cuatro
continentes. ¡Si todo continúa de esta manera vamos camino al abismo!
Nuestros muertos nos piden
cordura para poner orden plausible por
el olvido a que les hemos sometido por la falacia de mantener la paz. No hablo
en nombre de ningún partido, de ningún régimen, de ningún estado, ni de ninguna
monarquía. No me guía el pensamiento las devotas doctrinas celestiales. ¡Hablo de los muertos de todo el mundo los cuales esta
situación actual les indigna y desean ofrecer su sentir! ¡Por todos los que
dieron sus vidas para que ahora nosotros la malgastemos en guerras armadas,
económicas, o de credos! ¡Por todos ellos debemos firmar la paz de una vez!
¡Olvidemos los mausoleos, las
estatuas, las calles y los parques con sus nombres, ellos necesitan primeramente
ser respetados, y que dejen de ser utilizados para los intereses de unos o de otros;
después con la mínima sencillez, ocupar el sitio que les corresponda! ¡Estoy
seguro que si los llamados “vivos” no podemos solventar nuestros problemas,
llegaran los muertos y tomaran medidas urgentes!