Los EMI. ¿Qué son los EMI? Los
EMI son los pilares de la tierra, de esta tierra, y no lo podemos negar porque
representan el real y absoluto presente. Para nada me estoy refiriendo al sello
musical. ¡Si fuese música, “otro gallo cantaría”; pero no, hablo de
prepotencia, arcaísmo, y fanatismo lo que encierra esta sigla, EMI!
Si les dijese que la castrense
letra E representa al Ejército, la azulina M a la Monarquía, y la dogmática I,
ya se lo estarán imaginando vosotros, a la tangible Iglesia. Un trio más
afinado y perecedero que los acreditados “Panchos” a lo largo de su historia
como trio musical. Estos, los EMI, son los verdaderos pilares de la tierra, lo
demás son cantos de sirena, que solamente se escuchan, pero que jamás se ven.
Estos EMI se hallan acoplados
a la sociedad como una enraizada enfermedad que no desea escuchar hablar de
tratamientos. Y absolutamente son pocos los países que no tienen dentro de su
gobierno una de estas siglas incorporadas. No importa el continente, la idiosincrasia,
los colores políticos, o el régimen gobernante, los EMI, hacen de las suyas
porque sí, como una preponderante alianza.
No podemos hablar de una
sociedad moderna con la letra “M” presente, no podemos implorar paz o mostrar
piedad con la letra “E” incorporada como belicoso cuerpo en nuestro sistema, y
no podemos ser libres de actos y pensamientos si dentro de nuestras
consciencias hay una imperante “I” que no nos deja liberarnos de morales ataduras.
Las armas, no son buenas, en
ningún momento o modalidad, aunque la mayoría de los estados llamados progresistas
o democráticos se justifican afirmando que los ejércitos cumplen una función
social y pacificadora, o en todo caso aseveran que son necesarios para proteger
nuestras fronteras. ¿Pero si todos los países dejasen a un lado las acciones militares
y sus integrantes, de civiles, “repartiesen pan y amor”? ¿Qué podría pasar?
¡Que el negocio armamentístico se vendría a pique! ¡Y eso no lo pueden permitir
los gobiernos que se alimentan mutuamente de la letra “E”! No nos merecemos la
guerra porque de una manera u otra es injusta, y a lo largo de la historia las
acciones bélicas han conducido únicamente a un exterminio masivo de razas, a
pactos sangrientos por posesiones territoriales, o a negociaciones económicas solamente
en beneficio de pocos y para lamento de muchos. Si se desea un ejército, como
se intenta justificar en muchos países con fines de paz, pues háganlo, pero sin
armas ni uniformes, y con la bandera de la paz como estandarte. Estamos cansados de los arcaicos reglamentos,
las enchapadas condecoraciones, los monótonos himnos, las reiteradas marchas,
los grados no alcohólicos, las exuberantes pistolas, las variopintas insignias,
y las herrumbrosas trompetas tocando a degüello. ¡Peace and love es lo que
deseamos!
…….. “Ahora verán que llega la “M”,
con sus dos patitas siempre dispuestas a chupar”………….
La real letra “M”. La de
sangre azul. La poseedora de tierras y títulos que ha ido incorporando a través
de los siglos, de los siglos de los siglos y,…….amen. ¿Es compatible la modernidad
con monarquía? ¿Es posible democracia con realeza? ¿Es posible un estado
soberano con soberanas majestades? ¡No! ¡Pero como es tan pintoresco, tan
parlamentario, tan “chic” o tan “light” dentro de la sociedad, que su sola
presencia nos apacigua las tripas y nos consuela el corazón! El linaje, la
estirpe, los nobles dones cumplen una única función, perpetuar la especie, pero
la suya, para que generación tras generación sus descendientes continúen poseyendo
el “trono”. Y poco más me queda por decir en relación a la majestuosa letra “M”
que en estos tiempos debería estar en los libros de historia y en los
suplementos dominicales.
Y ahora, ante todos vosotros,
la inigualable, la irrefutable, la no pecaminosa letra “I”, la que en estos
días está causando furor en la actualidad española. La letra que con sangre
entra, la que se mantiene impoluta y enclaustrada, la “I”, la letra “I” de Iglesia,
la que no deseo ni quiero comerme una “letra” porque moriría de indigestión y
rabia.
¿Es compatible el celibato con
los tocamientos y las masturbaciones? ¿Es honesta, devota, y angelical esta
institución? ¿Es posible que en nombre de Dios padre, hijo, o espíritu santo,
se cojan los genitales de un joven o niño para darle la extremaunción? ¡No!
¡No! ¡Y nuevamente no! La poca fe que me quedaba respecto a este “negocio” la
he perdido repentinamente, o como dice mi hijo, se la comió la luna, y jamás
regresará a mi cuerpo. Pero lo triste, lo doloroso, lo maléfico, y lo
aborrecible, es que estos sucesos sucedieron hace muchos años, pero que muchos,
y hasta ahora, hasta hace tan sólo unos días, cuando el Papa puso coto en el asunto,
fue que emergieron a la superficie; si esto no hubiese sucedido, se mantendría
oculto como los inagotables casos de corrupción que en estos instantes asolan
al país y que están saliendo a la luz porque las cañerías del estado están atiborradas
de mierdas.
Y estos son algunos, pero
estoy seguro, y me juego la respiración y la razón, que hay muchos más,
infinitos, decadentes casos en cada “casa del señor”, porque el negocio de la fe
es demasiado extenso y sus tentáculos tocan innumerables “palos”. Una cosa es
la fe, y otra la jerarquía eclesiástica, que se toma atribuciones de cualquier
índole porque sí, porque el creador lo dice y porque las cosas se hacen bajo la
supervisión de lo añejo, de lo enclaustrado, y lo dogmático. ¡No señores de sotana
fácil, Dios, si existiese, reside en cada uno de nosotros, y las Iglesias no
son más que antros recaudatorios para esclavizar los pensamientos y condenar
las almas, pero condenarlas a un analfabetismo perenne!
¡Por esta razón, y por muchas
más que no deseo ahora exponer porque no estoy “confesado”, desde este
instante, juro, y perjuro, que mis pies, mis descalzos pies no volverán a tocar
suelo espermático-clerical, porque para rezar, si se tratase de rezar, para
ello poseo mi casa, que es mi paz, para creer mi cuerpo, que es mi templo, y
para purificarme, la tierra, que no anda con intrigas e ilusorias tradiciones
porque el tiempo apremia cuando se trata de alimentar millones de hambrientas y
desnutridas bocas!
¡Y por tanto, soy, lo confieso, un detractor de estos pilares de la
tierra: “Los EMI!