Si nos vemos en la disyuntiva
de escoger un sistema, creo que nos quedaríamos como la vieja canción, con las “ganas
de tomar café…..”, porque los gobiernos están basados en la auto-complacencia
personal. Un representante político, gobernante, mandatario, etcétera, etcétera,
etcétera, es por encima de todas las cosas de este mundo democrático, un candidato
electo para representar la nueva temporada teatral, la cual se mantendrá en
cartel al menos por cuatro o cinco años, que al final de la misma se hará
insoportable e interminable; esto por supuesto y naturalmente si el referido
actor-productor no se decide a dilatar la turné, porque si dilata la turné, se
mantendrá por tiempo indefinido en el escenario del teatro. Este
actor-productor piensa en todo momento que tiene mucho éxito debido a la
avalancha de agasajos por parte de sus acólitos que no dejan de babearle cada
vez que lanza un monólogo soez y reiterativo. Por mucho que el público lance
tomates como en la vieja usanza al escenario, este fabulador de historias se
mantendrá en sus treces y no claudicará, aunque le vaya en juego la vida. En
próximas reflexiones les hablaré del sabor y atracción que ejerce el poder en
la psiquis de los que la han probado.
La acción democrática de
ejercer el voto es la hipocresía más consensuada que existe en la era moderna.
Yo elijo siempre a una lista, a un candidato o a varios, que no es otra cosa
que un resultado, que desde mucho antes
se nos está vendiendo con encantadoras promesas en medios de comunicaciones. Un
mesías como en la época de cristo últimamente no lo vemos por estas tierras. Un
líder que nos convenza primero con hechos concretos para poder decir que
tenemos fe en él, y no en palabras moribundas que con anterioridad al voto nos
las venden en mítines estériles. La problemática, si nos detenemos en un instante
a recapacitar, para nada es complicada, porque las promesas no dejan de ser
eso, simples promesas que se ofrendan para ser incumplidas en cualquier momento.
A la uno mi mula, a las dos mi
reloj, a las tres mi café, a las cuatro mi gato, a las cinco te hinco, Qué dolor, hemos
entrado en el recreo y no nos queda más remedio que jugar. Tendremos que jugar
a los juegos que proponga el actor-gobernante que lo está haciendo de
maravillas por la complacencia de su ego. En esta etapa se fomenta la
imaginación. Es la hora o el momento de un método más abierto respecto a la
interpretación. El actor-gobernante y su compañía nos proponen llegar a un
desenlace o resultado, a través de la improvisación. La improvisación es
excelente para animar a un público que está ávido de chistes manidos y reiterativos,
pero escuchados una vez más en un magnífico teatro, no deja de sorprendernos.
La representación teatral no es más que eso, una imaginería que desde la platea
nos convence y conmueve el alma y las creencias. Por este motivo, y por muchos
más que supongo han interiorizado con los años, antes de asistir al teatro primero
deben estar al tanto de algunas cuestiones. Primero.
1. ¡Saber a qué teatro
asistiremos! Es fundamental porque no es lo mismo una pequeña sala en un barrio
obrero, a una majestuosa y potente construcción dentro de una gran avenida.
2. ¡Cuál será la
representación que se nos brinda! Leer antes alguna crítica publicada en los periódicos
o en cualquier medio de comunicación, para hacer todo lo contrario.
3. ¡La compañía y por supuesto
el elenco de la noche! La compañía es obvio. Digo el elenco de la noche, porque
en medio de una temporada pueden venir sustituciones por motivo de enfermedad u otra razón no confesadas y veremos por sorpresa en
escena a actores que no son precisamente de nuestro agrado.
4. ¡El coste de la
entrada! Fundamental. Fundamental. El precio es fundamental para entrar o no.
Unas entradas caras no quieren decir que la representación que veremos es de
calidad, no, para nada. El precio de la entrada no está en correspondencia con
la excelencia. Posiblemente una representación con una producción costosa, lo
que intenta ocultar es un argumento, una dirección de actores, o un elenco de
baja calidad que se disfraza de oropel para cautivar al público desconocedor de
estos hechos.
5. ¡La duración de la
misma! Esto es elemental. El tiempo ocupado en una mala representación jamás, jamás,
será devuelto a la salida del teatro. Tendremos que cargar el resto de nuestras
vidas con un “Si yo lo hubiese sabido…..”
En fin, asistir una noche al
teatro puede cambiar nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Nota importantísima:
(número 6) ¡Debemos saber si asistiremos a un teatro de actores o a uno de marionetas!